Capítulo 6.- El mundo de la imagen
Este capítulo, además de ser el último con contenido (hay uno extra que se compone de citas de fotógrafos) es más corto que el resto. En él, Sontag aborda temas como el uso que se le da a la fotografía así como la realidad que obtenemos de ella y cómo la procesamos.
Para Sontag, los humanos somos una especie de yonquis y voyeristas de las fotografías. La cámara nos permite tener una sensación de "poseer" el fragmento de la realidad que capturó. De tal suerte que nos volvemos adictos a esta sensación de poseer recuerdos, sucesos o incluso, hasta personas o nosotros mismos en distintas etapas de nuestras vidas , permitiendonos algo que no se había visto antes en la historia pues ni las pinturas daban esa sensación. Este sentimiento de poder que nos traen las fotografías nos vuelve adictos a ellas y sentimos una necesidad de seguir "consumiendo" más y más fotografías. Esto es definido por la autora como un fenómeno donde la cámara es la cura y la enfermedad. El poseer momentos también nos genera otras cosas como miedo a la cámara o bien, el crear ciertos rituales como el alejar o romper fotografías para hablar de una separación.
La autora no sólo habla de la fotografía en este capítulo, también nos introduce la cinematografía y el video que complementan las sensaciones de poder, adicción y voyerismo antes descritos. Una película nos acerca a una realidad a través de su representación y el video en directo nos muestra el presente de ese momento. Tanto fotos como videos nos permiten experimentar momentos con un "cristal" que nos protege, como ir a una operación sin bata o a una guerra sin casco, el estar exento de peligro, situaciones incomodas y que sólo se nos muestre selectivamente lo más "destacado" del momento, suma a esta sensación de poder, placer y necesidad de consumir más.
Por último, nos presenta otro fenómeno que implica el reciclar la realidad. Si bien la cámara nos permite capturar la realidad, también nos permite reciclarla. Nos fijamos una idea de que algo vale la pena ser fotografiado y entonces comienza a ser un cliché ¿Cuántas fotos "artísticas" de puertas viejas hay?, como contraparte, nos muestra el modelo chino empleado en esa época donde las cosas no se retratan para redescrubrirlas, sino para reflejar lo que ya fue descubierto. Independientemente de estos "reciclados" o el modelo que se emplee, las fotografías siempre van a tener una doble cara ya que pueden facilitar la muerte o el control de las masas.
Creo que este es uno de los capítulos donde más concuerdo con Sontag, creo que somos adictos a la experiencia que nos brinda la fotografía y películas. El gran atractivo que tienen radica en gran medida en esa barrera que tenemos entre el verdadero conflicto que retratan y nosotros. En caso de que no haya conflicto, siempre va a estar esa tendencia a "coleccionar" momentos que añoramos o en los que nos hubiera gustado participar.
Este capítulo, además de ser el último con contenido (hay uno extra que se compone de citas de fotógrafos) es más corto que el resto. En él, Sontag aborda temas como el uso que se le da a la fotografía así como la realidad que obtenemos de ella y cómo la procesamos.
Para Sontag, los humanos somos una especie de yonquis y voyeristas de las fotografías. La cámara nos permite tener una sensación de "poseer" el fragmento de la realidad que capturó. De tal suerte que nos volvemos adictos a esta sensación de poseer recuerdos, sucesos o incluso, hasta personas o nosotros mismos en distintas etapas de nuestras vidas , permitiendonos algo que no se había visto antes en la historia pues ni las pinturas daban esa sensación. Este sentimiento de poder que nos traen las fotografías nos vuelve adictos a ellas y sentimos una necesidad de seguir "consumiendo" más y más fotografías. Esto es definido por la autora como un fenómeno donde la cámara es la cura y la enfermedad. El poseer momentos también nos genera otras cosas como miedo a la cámara o bien, el crear ciertos rituales como el alejar o romper fotografías para hablar de una separación.
La autora no sólo habla de la fotografía en este capítulo, también nos introduce la cinematografía y el video que complementan las sensaciones de poder, adicción y voyerismo antes descritos. Una película nos acerca a una realidad a través de su representación y el video en directo nos muestra el presente de ese momento. Tanto fotos como videos nos permiten experimentar momentos con un "cristal" que nos protege, como ir a una operación sin bata o a una guerra sin casco, el estar exento de peligro, situaciones incomodas y que sólo se nos muestre selectivamente lo más "destacado" del momento, suma a esta sensación de poder, placer y necesidad de consumir más.
Por último, nos presenta otro fenómeno que implica el reciclar la realidad. Si bien la cámara nos permite capturar la realidad, también nos permite reciclarla. Nos fijamos una idea de que algo vale la pena ser fotografiado y entonces comienza a ser un cliché ¿Cuántas fotos "artísticas" de puertas viejas hay?, como contraparte, nos muestra el modelo chino empleado en esa época donde las cosas no se retratan para redescrubrirlas, sino para reflejar lo que ya fue descubierto. Independientemente de estos "reciclados" o el modelo que se emplee, las fotografías siempre van a tener una doble cara ya que pueden facilitar la muerte o el control de las masas.
Creo que este es uno de los capítulos donde más concuerdo con Sontag, creo que somos adictos a la experiencia que nos brinda la fotografía y películas. El gran atractivo que tienen radica en gran medida en esa barrera que tenemos entre el verdadero conflicto que retratan y nosotros. En caso de que no haya conflicto, siempre va a estar esa tendencia a "coleccionar" momentos que añoramos o en los que nos hubiera gustado participar.
Comentarios
Publicar un comentario